Los cinco, tres noches en Berlín con la misión de visitar y ver lo máximo de la ciudad.
Ahora que todo ha pasado y la tropa reposa tranquilamente en el ICE de vuelta a Düdo, puedo decir: Objetivo conseguido!
Para este puente, construído con el martes, día de la reunificación alemana, habíamos alquilado un apartamento multicolor en la antigua parte comunista. De nota un 6 sobre 10. Cuatro puntos los perdió en la limpieza: por el suelo todavía revoloteaban los "gamusinos" de anteriores inquilinos.
La primera mañana amaneció con lluvia, lluvia que Raquel sorteó con unas bolsas de basura, que dieron nombre a nuestro batallón. Los tres soldaditos iban cabalgando sus diferentes monturas: bicicleta y rollers. Y gracias a ellas aguantaron los dos días nuestro ritmo sin rechistar.
Trenes, autobuses de doble piso, metro, tranvía nos desplazaron a todas partes. Resumiendo vimos: Alexanderplatz, el pirulí, el Ayuntamiento rojo, la catedral, la isla de los museos, los museos de la isla, la ópera, el museo de Peugeot, la puerta de Brandemburgo, el Reichtag, la exposición y taller de arte alternativo de Tacheles, un paseo en barco por el rio, la stern, el zoológico, el Tierpark, la "muela careada", el café del neue Wansee, las embajadas, la embajada española, la feria con su noria en honor al día de la reunificación, el monumento a los judíos, el muro, la línea que lo recuerda, el check point Charly, la exposición sobre la Gestapo, el Sony Center, la Postdamer platz, el Nikolai viertel y algún sitio más que me habré dejado (que no se sienta ofendido).
Nos lo hemos pasado de maravilla, peques incluídos, que se portaron de maravilla. Prueba de ello son las más de 300 fotos que nos hemos traído.
Para ver el Reichtag teníamos una cola de hora y media, pero gracias a tener hijos nos llevaron a un atajo en el que sólo tuvimos que esperar 15 minutos. Alguna ventaja tenian que tener las familias.
El tiempo sólo fue malo aquella primera mañana, pero el resto lo tuvimos con buena temperatura y algún rayo de sol. Ideal para hacer turismo.
Berlín es una ciudad gigante con incontables museos y exposiciones, edificios grandiosos que merece visitarte al enos una vez en la vida.
Raquel se topó con uno de los arquetipos del alemán. Después de cenar le apaetecía un descafeinado con leche. En el restaurante en el que cenamos, disponían en la carta de café sólo descafeinado, pero no con leche. No veáis lo que le costó convencer al camarero para que trajera lo que quería. Pero el camarero se salió con la suya: sacó un descafeinado solo y a parte una jarrita de leche.
Un gran fin de semana de turismo que nunca olvidaremos.
Ah! Se me olvidaba, las fotos están
aquí.