
Suelen ofrecerlo en las casetas de los mercados de Navidad que se montan en todas las ciudades y se toma así en la calle. Tiene un olor específico que ya lo asocio a los Weihnachsmarkt.
La primera vez que lo pruebas sabe un poco raro, pero a medida que lo vas bebiendo te va gustando (no os recuerda a vuestros primeros pasos con el tabaco o el alcohol?). Lo que se agradece es que al estar caliente, sirve para sobrellevar las frías temperaturas de la Navidad. Eso si, recomiendo beber sólo uno, pues no se si es por estar caliente, pero enseguida se notan los efectos secundarios del alcohol. Y os recuerdo, "si bebes no vueles":

Monschau es un pueblo al sur de Nordrhein-Westfalen (la región dónde Düsseldorf es capital), a unos 110 Km de D-dorf.
Nos habían hablado muy bien de él, y allí que nos fuimos. Es un pueblo situado en la garganta escavada por el rio Eifel a supaso por las montaña. Se situa a ambas márgenes del Eifel, que adopta un papel fundamental en la arquitectura y desarollar del pueblo. Las casas son las típicas de la región, con el aliciente de sobrevolar en parte al rio.
Todo él es peatonal, con las calles adoquinadas, debiendo aparcar los coches en una serie de aparcamientos en el exterior del pueblo.
Al llegar pudimos observar cómo vive principalmente del turismo, pues el pueblo estaba lleno de ellos (nosotros incluídos).
El día salió lluvioso, aunque con nuestro chubasqueros, botas de montaña y una sonrisa por delante, combatimos tal fenómeno.
En el pueblo habían instalado el Weihnachtsmarkt, y le daban un ambiente entrañable al pueblo. Digno de ver.
A mitad de paseo, empezó a llover y apareció ante nosotros la casa de la parroquia del pueblo. Estaban recaudando fondos para restaurar la torre de la iglesia, que se hallaba desmontada al pie de la misma. Para ello ofrecían un café con pastel por un módico precio (0,5€ la taza de café y 1,5€ el trozo de pastel). Pues allí entramos junto con otros "tropecientos" turistas más que tuvieron nuestra misma idea. Una amable parroquiana, al vernos con nuestros tres hijos se encargó de hacernos un sitio en una mesa. Me fui a la cocina, y a pesar de lo difícil de la elección ante la enorme variedad de pasteles caseros, conseguí elegir dos trozos. La repostería alemana se merece un Post a parte, pero como adelanto, decir que son deliciosos, sobre todo para los glotones como yo.
Los padres un café y los niños un kakao, y allí aguantamos un horita hasta que dejó de llover.
Ibamos de tienda en tienda, viendo los millones de artículos para la decoración de Navidad. A medida que íbamos andando, nos llegaban los múltiple olores de salchichas, champiñones, fricadelles (unas albóndigas muy ricas). Cuando me llegó el olor del Glühwein, me sentí atraído y no pude más que parar a beber uno junto a Raquel.
Entre otras muchas cosas, estuve probándome unos sombreros, que según Raquel me quedaban bien. Así que se ha quedado encargada de buscarme uno.
El pueblo está cerca de Bélgica, por lo que entre los visitantes del pueblo había muchos de ellos. Es alucinante cómo las niñas se han acostumbrado a los idiomas y ahora los reconocen todos. "Esos hablan en francés, papá", decían cuando pasaba un grupo de belgas. Y lo mismo cuando pasaba un grupo de ingleses
Acabamos la excursión por el pueblo hacia las cinco de la tarde. Las niñas estuvieron las cinco horas andando con nosotros sin quejarse. Se portaron muy bien. La verdad es que ante tal multitud de cosas que ver, no se acordaban de que estaban cansadas. Marco tenía el privilegio de la silla. Silla que se merecerá un homenaje, pues no sabéis el trote que lleva encima y no se queja, ni se le rompe nada.
De vuelta a casa, sólo nos quedaba cenar y a la cama. En resumen, otro agradable Domingo para el recuerdo.
Para completar mi descripción, podéis ver las fotos pinchando aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario