Tuvieron la suerte de disfrutar de un tiempo típico de verano, con noches con temperaturas de 22°C y viento calentito.
Creo que se quedaron encantados con la ciudad, quedándose asombrados por la vida y el ambiente que hay en la calle. Nadie se imagina que en una ciudad alemana haya más vida en la calle que en cualquier española.
Los peques estuvieron felices, jugando entre ellos y disfrutando también de sus vacaciones.
La anécdota para nuestros visitantes fue que a su llegada les esperaba una bici a cada uno para descubrir la ciudad desde su mejor perspectiva. Después de un pequeño periodo de readaptación la cosa fue nunca mejor dicho “sobre ruedas”, hasta que al segundo día a alguno le apareció dolor en las posaderas.
Ayer cuando marcharon se notó vacío en casa, que habrá que rellenar rápidamente con nuevos visitantes: ¿Alguien se apunta?
Nuestras fotos aquí.
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