21 de octubre de 2007

Un viaje al Este


Después de celebrar el día de la reunificación alemana el año pasado en Berlín, este año hemos decidido volver a celebrarlo en otra conocida ciudad de la Alemania del Este.

Nos hemos montado un puente de cuatro días y hemos marchado en coche a Dresden. Una bonita ciudad a 500 km de Düsseldorf. Allí nos hemos alojado en un pueblecito a 20 km de la capital llamado Weinböhla. Como lo indica su nombre se produce allí bastante vino blanco, con la variedad de uva Riesling. Y forma parte de la ruta del vino de Sachsen (Sajonia).

Teníamos alquilada una casa recién construida, tanto que quedaba aún algún detalle por acabar. Pero a mi me sirvió para descubrir cómo y con qué materiales se construyen las casas aquí en Alemania. Se utilizan otros materiales que en España, materiales que allí calificaríamos como poco sólidos, pero que después de comprobar su efectividad en cuanto a aislamiento térmico y acústico, creo que deberíamos cambiar nuestra forma de pensar. Como detalle de bienvenida teníamos una botella de vino blanco del lugar esperándonos en la cocina

En las siguientes fotos os presentamos la casita: aquí.

Desde allí, nuestro cuartel general, visitamos la región. En las cercanías teníamos el pueblo ed Moritzburg, donde visitamos su castillo. Schhhhhhhh, no le digáis a nadie que hicimos una foto en el interior. Estaba prohibido.

Los edificios de Dresden nos recordaron a Praga, que por cierto se hallaba a sólo 150 km. Toda la parte vieja, con sus edificios, hoteles y catedrales fueron destruidos en la segunda guerra mundial, y lo que allí veiamos tenía menos de 50 años. Pero se reconstruyó con las piedras originales y respetando al detalle los originales. Una ciudad muy bonita y además muy grande. Todas las fotos las tenéis aquí.

Aprovechamos para subir a un autobús turístico y descubrimos así el resto de la ciudad. Era el típico autobús de dos pisos, y al ser los primeros pudimos sentarnos en la primera fila. Marco estuvo controlando al conductor a través de la mirilla que tenía este para controlar a los pasajeros del piso superior.

Una de las mañanas fuimos a ver la ciudad de Meissen. A parte de la arquitectura característica de sus calles, es conocida por su fábrica de porcelana. En ella se realiza la porcelana más cara de Alemania, y esto lo pudimos comprobar al visitar sus instalaciones. Lo siento, no soy ningún entendido, pero no comprendo cómo alguien puede pagar 150€ por una taza pintada a mano, muy bonita, eso si, pero es que cuando te quieras montar el conjunto de café completo, necesitas el sueldo de un año. Por suerte Meissen no es sólo su fábrica de porcelana, sino que también tiene multitud de rincones característicos para visitar. Prueba de ello lo tenéis en nuestras fotos.

Todas estas ciudades están bañadas por el Elba. Río que ha creado innumerables paisajes naturales de enorme belleza. Una de ellas es la montaña de Königstein (Piedra del rey). Allí arriba se erige una fortaleza militar, desde la que se obtienen preciosas fotos del Elba.

Otra maravilla de la naturaleza es el Bastei. Es una formación de piedras calcáreas modeladas por el viento. A desaconsejar plenamente si se padece de vértigo. De hecho, yo que nunca he pensado en ello, ahora que veo a los peques corriendo y mirando por encima de las barandillas, creo que estoy empezando a padecerlo. Qué sensación mas extraña. Este es enlace a las fotos.

Y ya tocaba volver para Düsseldorf. En resumen decir que tuvimos buen tiempo, no llovió, y que los peques aguantaron estoicamente las largas caminatas y largos días fuera de casa.

En el camino de vuelta paramos a visitar la ciudad de Erfurt. Aquí tenéis otro pequeño montoncito de fotos. Destacar su monumental catedral, que ahora creaba un cómico contraste con las atracciones de la Oktober Fest que se hallaban instaladas delante de ella. Como punto final de nuestra escapada nos dimos un pequeño banquete de comida típica de Sajonia en un restaurante de la plaza del pueblo.

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